ACUERDO DRACONIANO
Resulta que uno no puede vender los libros que la editorial pone a su disposición. Con la excusa de promocionar a los autores locales una biblioteca ha comprado un par de ejemplares de mis libros pero como el autor no puede hacer factura de iva he tenido que pasar por el intermediario. Y así, sin comerlo ni beberlo, se ha llevado un treinta por ciento de la ganancia, simplemente por hacer la factura. Y a uno se le ha quedado la cara de tonto(el autor sólo recibe el diez por ciento). Claro que lo mejor de todo ha sido cuando la librera de turno me ha espetado: Si quieres puedes regalarlo a la biblioteca. Sí, señora, sí. Con eso pasaremos de ser tonto a ser gilipollas. Y encima pretendía perdonarme la vida.
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